Ayer tuvimos la visita de unos buenos amigos que viven en Las Palmas y, después de un lindo paseo por el Bosque de las Mercedes, en el Parque Rural de Anaga, queríamos ir a comer a algún restaurante. Hasta aquí, todo normal. El problema es que nuestros amigos tienen tres hijos pequeños (6, 5 y 1.5) que con la nuestra de 2.5 años, formábamos una tropa a la que cualquier dueño de restaurante habría puesto el cartel de "Está todo completo".
Por suerte conocíamos el lugar perfecto para ir sin miedo a equivocarnos.
El RESTAURANTE EL BISOÑÉ.
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Planito de como llegar |
Puedo afirmar que es uno de los restaurantes más singulares y con más encanto que conozco. Se nota que es el capricho de sus dueños, Chano y Ana, ya que sus paredes destilan cariño y recuerdos por doquier. Es como un pequeño museo de cuyas paredes cuelgan, desde cámaras de fotos antigüas, trompetas, camiones de juguete, jaulas con pajaritos que trinan al pasar por debajo, carruseles y un sinfin de objetos cada uno con su historia que Chano estará encantado de relatarte. Solo puedo decir, que hay hasta un confesionario tamaño real con su cura y todo :)
Llegar a El Bisoñé no es fácil. Te lo tienes que saber, ya que no hay indicaciones. En las tarjetas del restaurante hay un pequeño croquis donde indican como llegar. El punto clave es la señal del prohibido vehículos de más de 7 toneladas encima de la de límite 40km/h :)
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Como disfrutaron en las hamacas! |
Nada más llegar y bajarte del coche, puedes respirar el aroma de los grandes eucaliptos que sostienen tres grandes hamacas. Imaginaros las caras de los niños. No pasó ni un segundo para que se abalanzaran sobre ellas y disfrutaran balanceandose como si estuvieran en un columpio. Caminando hacia la entrada del restaurate, unas mesas al aire libre en sendos cenadores, una mesa de pimpón, el perro Lucas, un futbolín del que se puede disfrutar gratis ... y un gran baúl lleno de juguetes para los más pequeños. Desde muñecas, superheroes, juegos de construcciones, cuentos... Los niños estaban encantados sabiendo que cuando terminaran de comer, se podían ir tranquilamente a jugar, o bien traerse a la mesa el juguete que prefirieran. Y es que además, como El Bisoñé es una antigua casa de campo reconvertida en restaurante, las mesas están distribuidas en distintas habitaciones, con lo que puede que estés solo en la estancia y mientras los adultos disfrutan de la comida y la sobremesa, los niños pueden estar jugando en el suelo sin molestar a nadie.
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La piloto barquillera |
Incluso una de las habitaciones la tienen reservada como sala de descanso, y si cierras la puerta te encuentras un cartel que dice "Silencio, niños durmiendo"
Podría escribir una entrada kilométrica añadiendo detalles y detalles de este magnífico lugar, pero es preferible que lo descubrais por vosotros mismos.
Solo me queda decir que, además, se come estupendamente. Nosotros ni siquiera pedimos la carta (aunque por lo original e irónica merece la pena leerla). Nos fiamos del buen gusto de Ana que nos fue trayendo platos hasta que no pudimos más. Abrimos boca con las "regañás", que son unos biscuits de pan con almogrote, queso con berberechos y queso con huevas de caviar, continuamos con escaldón sobre un trocito de cebolla, tortillitas de camarones con un delicioso salmorejo, berenjenas fritas con miel de palma, unas garbanzas que no se las salta un fraile, y un solomillo con papas que puso el punto y final junto con un surtido de tartas y postres. Después de semejante comilona gustosamente habríamos echado una buena siesta en las hamacas... pero con cuatro niños compitiendo por subirse fue misión imposible.
Nos fuimos de allí casi a las seis y media de la tarde, ya el sol cayendo, y con la sensación de haber gozado de un día estupendo. Y es que es un gusto encontrar un lugar al que ir con tus hijos sin miedo a molestar.
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Detalle de las mesas |
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Chano. ¿Por qué se llamará el Bisoñé? jejeje |
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La nueva ventita que han abierto |